A la búsqueda del símbolo

LA MONTAÑA
Barcelona, 27 de marzo de 2023

Es posible que uno de los símbolos que vivimos de forma más experiencial sea el de la montaña. Quizá porque es una representación de la estabilidad, de lo que es poderoso, inmutable, fundamental en el sentido material del término, y, en palabras de René Guénon, un símbolo del eje del mundo.

En nuestro entorno geográfico, las montañas son una presencia imponente que suele impresionarnos por su belleza, por su carácter inexpugnable en muchos casos, por su inmutabilidad. La experiencia personal de encontrarse en montañas elevadas provoca, en casi todas las personas que lo expresan, la comprensión de la naturaleza y del universo de manera diferente a la habitual, en la que no podemos ver las cosas naturalmente desde arriba. En la cima de la montaña sentimos que nuestra mirada “desde el cielo” es valiosa para nuestro entendimiento.

Simboliza para la mayoría de personas el afán de superación, la imagen de que, si logramos ascender a ella, lograremos nuestros objetivos. De hecho, en una sociedad tan interesada como ésta en la que vivimos, se valora positivamente que alguien arriesgue su vida para llegar a la cima de una montaña particularmente difícil. Se considera casi una gesta heroica. Se admite que subir a una montaña es un reto que hay que abordar y, si es posible, coronar con éxito.
Una de las explicaciones del afán de construir “rascacielos”, como antaño el de construir zigurats, se encuentra, quizá, en la aspiración humana de emular y superar, si ello es posible, a las obras de la naturaleza, en la necesidad de llegar hasta el cielo, símbolo de todo lo excelso.

Desde antiguo las montañas son lugares sagrados, tanto por su inaccesibilidad como por la posibilidad de albergar en su seno, cuevas, grutas, ríos, seres diferentes a los conocidos, etc. Muchas de ellas son, además, morada de dioses, como el Olimpo lo era para los dioses y diosas griegas, o el Monte Safón para el dios Baal, o el Monte Meru, montaña mítica sagrada para distintas religiones, considerada el centro del universo. También es sagrada para los árabes la montaña Qaf, que no se puede alcanzar ni por tierra ni por mar y tiene el atractivo añadido de que es el único lugar en el que se posa el Ave Fénix. En Japón es la Montaña Fuji la representante de este culto a la montaña como residencia de los dioses. El Monte Sión, de localización variable a lo largo del tiempo, representa a toda la tierra de Israel…Pero hay otras muchas montañas en las que simbólicamente se produjeron hechos decisivos para la humanidad. El Monte Sinaí, donde se le entregaron las tablas de la Ley a Moisés; el monte Moriah, donde se construyó el Templo, y, se dice, se produjo la escena de Abraham e Isaac; el Monte Tabor, donde se produjo la transfiguración de Jesús.

Las montañas, montes o montículos nos obligan a mirar hacia arriba, a ser humildes, a olvidarnos de darnos importancia en nuestra pequeñez y nos hacen sentir que somos parte de algo mucho más grande e importante, el universo mundo.

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