COMUNICADO:

16 DE NOVIEMBRE 2021: DÍA INTERNACIONAL POR LA TOLERANCIA

La Gran Logia Femenina de España (GLFE), en este Día Internacional por la Tolerancia, considera necesario hacer una reflexión sobre el estado de esta virtud moral y política que goza de muy buena fama y, lamentablemente, de muy poca práctica.

En efecto, la tolerancia, que nació en principio en el ámbito de lo religioso, para intentar frenar los desmanes que, en nombre de Dios, de cualquier dios, se llevaban a cabo, se extendió progresivamente al resto de actitudes y comportamientos de unos hacia otros seres humanos, aunque no pertenecieran a la misma comunidad cultural, política, social, religiosa, étnica, en fin, al que es diferente de uno.

La tolerancia no consiste en permitir ni consentir, sino que consiste en comprender que todas las personas tienen derecho a tener sus propias ideas, creencias y costumbres. Y, como en todas las virtudes, si seguimos en esto a Aristóteles, es preciso calibrar bien qué es tolerancia y qué es permisividad, porque no todo es permisible, como casar a las niñas, apedrear hasta la muerte a las adúlteras, prohibir que las mujeres y niñas aprendan a leer y escribir, por citar solo estos pocos ejemplos.

Por ello, hay que prestar atención a la diferencia entre tolerancia y fanatismo, porque tratar de imponer al resto de personas aquellas creencias o prácticas que consideramos buenas, puede llevarnos a una mayor intolerancia. Podríamos decir entonces, que la tolerancia es el término medio entre dos vicios, el fanatismo y la permisividad, uno por exceso y otro por defecto.

La tolerancia es el mejor antídoto contra el fanatismo tanto de las propias opiniones y creencias como de las opiniones y creencias ampliamente compartidas, así como también lo es contra la permisividad de cualquier práctica por más innoble que sea, generalmente alentada por los medios de comunicación, grupos de opinión, incluso algunos grupos religiosos, con distintos objetivos, como también lo es contra los comportamientos peligrosos o agresivos que se dan, no solo en las redes sociales, para lograr el enfrentamiento social y la pérdida de referentes éticos.

Ni el fanatismo ni la permisividad tienen su fundamento en la razón humana, sino en las creencias dogmáticas, las ideas fijas y los prejuicios o los estereotipos, en el caso del fanatismo, y en la “ley del deseo”, individual y colectivo, en el caso de la permisividad. Solo la tolerancia es una actividad plenamente racional y, por tanto, esencialmente humana.

Reconocer que el prójimo tiene los mismos derechos que yo, o mejor aún, reconocer que yo tengo los mismos derechos que cualquier otro ser humano, ni más ni tampoco menos, nos acercará a tomar conciencia de en qué consiste ese bien tan deseado que es la tolerancia, única salvaguarda de una vida en Libertad, Igualdad y Fraternidad entre todos los seres humanos.

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