Plaza del Comercio (Lisboa)

En esta ocasión, la búsqueda del símbolo nos ha llevado a Lisboa, donde hemos constatado ese principio hermético que dice: así como es arriba, es abajo, y al revés. En el extremo suroeste de Europa, encontramos una ciudad celeste a pie de calle, una ciudad renacida tras el terremoto de 1755. Pero nos quedaremos con un par de fotografías tomadas, donde se muestran algunos símbolos, e intentaremos poner sobre la mesa las posibilidades que estos despliegan. Y si de paso, esta pequeña aproximación les atrae e incita a seguir profundizando, les aseguramos que quien busca, encuentra. Las dos imágenes se sitúan en la Plaza del Comercio de Lisboa, donde subyace la representación de un templo masónico. Una plaza abierta al río Tajo que conecta con el océano Atlántico, desde donde contemplar el ocaso del Sol al trasponer el horizonte.

Una plaza rectangular compuesta por un Arco de Triunfo al este, dos columnas sumergidas en el agua al oeste, setenta y ocho arcos que la rodean en tres de sus lados y, en el centro, la figura de José I, que mira hacia ultramar. El escenario perfecto para la leyenda que cuenta: “entrará el rey soñador por el muelle de las Columnas, en la Plaza del Comercio, en un día de niebla y montado en un caballo blanco”. Cada arco, uno por cada arcano del Tarot, si lo queremos ver así; una columna para cada vigilante del templo y una estatua para la gloria de quien lo dirige sabiamente. Detrás de la estatua encontramos la escena que corresponde a las dos imágenes, donde podemos identificar varios símbolos. Entre ellos dos de los más icónicos de la masonería: la escuadra y el compás. Otros menos populares: el león, el pelícano, las llaves, el laurel y las manos.

¿Por qué están allí y qué representan? Son símbolos que guían el camino de quien tiene la gran responsabilidad de dirigir, pues debe hacerlo con la máxima excelencia y virtud. Cada uno de ellos representa aquello que el dirigente debe perseguir para alcanzar la virtud, y su sentido será acorde con el alcance de su comprensión dentro de la universalidad de significado.

La escuadra y el compás, símbolos de la mesura y rectitud de pensamiento y acción.
El león, símbolo de la fuerza y el poder.
El pelícano, símbolo de caridad y amor.
La llave, símbolo de la clave oculta que abre las puertas del conocimiento.
El laurel, símbolo de victoria, paz y eternidad.
Las manos, símbolo de fraternidad.

Todo símbolo, desde su polaridad y su unidad, respalda a quien persiste, no solo en conocerlos, sino en hacerlos parte de su vida. En estas imágenes, como se ha dicho, los símbolos dan cobijo a quien preside el centro de la plaza, cuentan la historia de un tiempo pasado y según la leyenda, anuncian el devenir de un tiempo futuro, si lo miramos literariamente. Sin más, dejamos a manos del lector quedarse aquí o ir más allá. Nos despedimos hasta la próxima búsqueda del símbolo con una frase del gran poeta portugués Fernando Pessoa: «Todo vale la pena si el alma no es pequeña.»

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