En el pasado más antiguo de la Humanidad pocas mujeres pudieron dedicarse al estudio y, aún menos, pasar a la historia por ello.
Un caso excepcional, aunque seguramente no único, fue el de Hipatia. Una mujer filósofa, científica, matemática y astrónoma del siglo IV-V d.C. que ejerció como maestra en la escuela neoplatónica de Alejandría.
Hoy en día, si nos suena su nombre puede ser más por la película que se hizo de ella, en 2009, que por verla reflejada en los libros de historia de la filosofía. Es cierto que sabemos poco del contenido de sus lecciones a las que acudían alumnos de todas las
partes del mediterráneo, pues parece que sus enseñanzas nunca salieron de los muros
de sus aulas. Casi todo lo que sabemos de ella es gracias a las epístolas de uno de sus
alumnos llamado Sinesio, en las que hace referencia a las enseñanzas que recibieron
de su maestra.
Hipatia tuvo acceso a la educación gracias a su padre Teón, una celebridad en su
época. De su madre nada se sabe. A parte de estudiar en una escuela selecta, fue su
padre quien la animó a ser una librepensadora y a cultivar tanto su espíritu como su
cuerpo. Le decía: “reserva tu derecho a pensar, porque incluso pensar
equivocadamente es mejor que no pensar en absoluto”, al mismo tiempo que la
impulsó para practicar remo e hípica. Sus fuentes de conocimiento partían del
pensamiento griego clásico, en concreto de Platón y Aristóteles.
Allí donde estudió, como allí dónde enseñó, reinaba la tolerancia de culto. Cristianos y
paganos se unían para hallar la sabiduría en un contexto dónde las tensiones políticas y
sociales generaban conflictos. De hecho, su muerte, su asesinato, está directamente
vinculado con estos conflictos.
Sabemos por Sinesio de Cirene, quien se dirige a Hipatia como “madre, hermana,
profesora y benefactora”, que era realmente una mujer sabia, pues se la consideraba
“la auténtica maestra de los misterios de la filosofía”.
Dedicó su vida a la consecución de la virtud, en concreto a la sofrosine, que consiste en
el ideal de excelencia de carácter y solidez de mente que conduce a la templanza,
moderación, prudencia, pureza y autoestima.