La inteligencia artificial
La inteligencia artificial puede considerarse una rama del campo de la informática, cuyo objetivo
es crear máquinas capaces de realizar tareas que tradicionalmente requerían inteligencia
humana. Por lo tanto se enfoca en la creación de sistemas capaces de realizar
tareas que incluyen el reconocimiento de voz, el aprendizaje, la planificación y la
resolución de problemas. La IA busca emular el pensamiento y comportamiento
humanos para mejorar la eficiencia y efectividad en diversas aplicaciones.
En 1950, el matemático Alan Turing se hizo una pregunta: «¿Pueden pensar las
máquinas?». De hecho, esta simple regunta transformaría el mundo. El
artículo de Alan Turing «Computing Machinery and Intelligence» y el consiguiente Test de
Turing, sentaron las bases de la inteligencia artificial, su visión y sus objetivos.
Hay dos categorías principales de inteligencia artificial. La inteligencia artificial de tipo
«narrow» (estrecha), también conocida como «weak» (débil), solo puede funcionar en un
contexto limitado. Suele centrarse en la realización de una única tarea, que es capaz de hacer
perfectamente. Algunos ejemplos son el motor de búsqueda web de Google, el software de
reconocimiento de imágenes, los asistentes virtuales como Siri de Apple o Alexa de Amazon,
los vehículos autónomos o el software como Watson de IBM. En cambio, la segunda categoría
es la inteligencia artificial «general». Esa IA es similar a las que se ven en las películas y libros
de ciencia ficción. Es una máquina dotada de una inteligencia artificial general, comparable a la
de un ser humano y capaz de resolver cualquier tipo de problema. Un algoritmo universal,
capaz de aprender y actuar en cualquier entorno.

La inteligencia artificial tiene muchos propósitos, como el aprendizaje, el razonamiento y la
percepción. Se utiliza en todos los sectores, hasta el punto en que las aplicaciones son infinitas
e imposibles de enumerar con exhaustividad. La historia de la inteligencia artificial comenzó en
1943 con la publicación del artículo «A Logical Calculus of Ideas Immanent in Nervous Activity»
de Warren McCullough y Walter Pitts. En ese trabajo, los científicos presentaron el primer
modelo matemático para la creación de una red neuronal. La historia de su evolución es
vertiginosa hasta llegar a nuestros días donde nos encontramos con ciertos dilemas y
preguntas con respecto a su uso.
Partiendo de la base de que nada en sí mismo es bueno o malo, está claro que el uso
coherente e inteligente de la IA puede facilitarnos la vida en muchos aspectos, a nivel personal
y a nivel profesional. Pero un uso no racional de la misma puede tener consecuencias muy
negativas para la sociedad en general y para los individuos en particular.
En cuanto a los pros que nos ofrece su uso cotidiano y profesional destacan:
•Automatización de tareas: La IA puede realizar tareas
repetitivas y monótonas, liberando a las personas para que se
concentren en actividades más creativas y estratégicas.
- Mejora en la toma de decisiones: Los sistemas de IA pueden
analizar grandes cantidades de datos y proporcionar
información valiosa para la toma de decisiones en tiempo real. - Personalización: La IA puede ofrecer experiencias
personalizadas en áreas como el marketing, la atención al cliente y la educación, adaptándose a las necesidades y preferencias individuales. - Innovación: La IA impulsa la innovación en diversos campos, desde la medicina hasta el
transporte, mejorando la calidad de vida y la eficiencia de los procesos.
Pero la IA encierra peligros por un uso desmedido o no controlado por la legislación, tales
como: - Desigualdad: La IA podría exacerbar las desigualdades existentes, ya que las personas con
acceso a la tecnología y a los datos tendrán una ventaja significativa. - Manipulación de la información: La IA puede ser utilizada para crear y difundir información
falsa a gran escala, lo que representa una amenaza para la democracia y la sociedad en su
conjunto. - Desempleo: La automatización de tareas podría llevar a la pérdida de empleos en algunos
sectores, afectando a las personas que dependen de esos trabajos para su sustento. - Sesgo en los algoritmos: Los algoritmos de IA pueden reflejar los prejuicios y sesgos de las
personas que los crean o los datos con los que se entrenan. Esto puede llevar a decisiones
injustas, como en los sistemas de contratación, la justicia penal o los sistemas de crédito,
donde ciertos grupos de personas (por ejemplo, minorías) pueden ser desfavorecidos.
Además, hay que tener en cuenta que a medida que dependemos más de la IA, hay un riesgo
de perder habilidades humanas en áreas críticas. El uso excesivo de la IA, como en el caso de
los chatbots en la atención al cliente o en los servicios de salud, puede hacer que las
interacciones humanas sean menos frecuentes, afectando la calidad de las relaciones y el
bienestar emocional de las personas.
En una sociedad cada vez más polarizada, en la que la soledad independientemente de la edad
es uno de los grandes problemas y en la que gracias a las IA tenemos acceso a todo tipo de
información mucha de ella sin contrastar. El uso irracional y la interacción continua con una
inteligencia que no tiene moral de manera intrínseca, ya que no posee conciencia, emociones
ni la capacidad de hacer juicios éticos como lo hacen los seres humanos. Teniendo en cuenta
que los desarrolladores de IA pueden incorporar reglas éticas en los algoritmos que guían las
decisiones que toma la IA, siendo los humanos que diseñan, implementan y utilizan la IA los
responsables de asegurarse de que se empleen principios éticos en su desarrollo y uso. Los
valores masónicos son fundamentales para que como personas librepensadoras podamos
situar a la IA en el lugar que corresponde en nuestra vida y para que en la medida de lo posible
fomentemos el desarrollo de políticas que protejan a los usuarios, la educación del uso sano y
productivo de la IA y el uso ético por parte de las empresas.
Por lo tanto, para abordar los desafíos que plantea el uso de la Inteligencia artificial, es
necesario un enfoque multidisciplinario que involucre a expertos en ética, tecnología, derecho y
política. Para garantizar que el desarrollo de los algoritmos sea transparente y comprensible, de
este modo las decisiones de la IA pueden ser auditadas; para establecer normas y regulaciones
más estrictas para proteger la privacidad de los datos y garantizar su uso responsable y para
desarrollar marcos éticos claros que guíen el desarrollo y el uso de la IA.
Sin duda, la inteligencia artificial ofrece un gran potencial para mejorar nuestras vidas, pero es
fundamental abordar los desafíos éticos que plantea para garantizar que esta tecnología se
utilice de manera responsable y beneficiosa para todos.