Inmortalidad y reencarnación. Doctrinas y prácticas de China, Tibet e India

ALEXANDRA DAVID-NÉEL
Inmortalidad y reencarnación. Doctrinas y prácticas de China, Tibet e India, Trad. A.
Colodrón Gómez, Edit. La Llave.

Alexandra David-Néel nació en París el 24 de octubre de1868 y falleció el 8 de
septiembre de 1969, es decir un siglo y un año después. Trabajadora incansable,
Cristina Morató, en su libro Viajeras, intrépidas y aventureras. relata que a los cien
años Alexandra David-Néel renovó su pasaporte “por si acaso”.

Fue una mujer con altas capacidades, desde niña leía todo lo que caía en sus manos,
tocaba el piano, todo le interesaba. Siendo muy joven ingresó en la masonería, aunque
desconocemos si lo hizo en el Derecho Humano o en otra Logia Mixta.

Volvió sus ojos a Oriente, porque en Occidente la espiritualidad estaba bajo mínimos,
situación similar a lo que ocurre en la actualidad, por lo que quizá leer este libro sea un
respiro al exceso de informaciones, tergiversadas cuando no falsas, que sobre la realidad
mundial recibimos, y una vuelta a nuestras necesidades de transcendencia, que parece
que siempre son menos importantes que las necesidades materiales.

Hoy nos centramos en su obra titulada Inmortalidad y reencarnación. Doctrinas y
prácticas de China, Tibet e India, en la que, indagando sobre el deseo de inmortalidad
de los seres humanos y la idea de la reencarnación, hace un recorrido por la
espiritualidad y la religiosidad en China, el Tibet y la India.

Parte de la consideración de la idea de que la inmortalidad en occidente es un problema
unido a nuestro deseo de perennidad, y unimos la inmortalidad al “yo”, sin embargo,
Alexandra David-Néel considera que debemos reflexionar acerca de qué es ese “yo”.
Concluye, después de su excelente estudio sobre la idea de la reencarnación en el
taoísmo, el hinduismo y en el Tibet, que considera, sin intentar decir la última palabra
sobre esa cuestión tan controvertida, que: “(…) Por medio de la meditación, la
introspección asidua y lúcida, podemos discernir, activas en nosotros y bajo la forma
de impulsos, de pensamientos, y de formas de ver, la presencia de personalidades
múltiples que constituyen nuestro “yo” actual y que aseguran por medio de ellas, como

nosotros la aseguraremos a nuestra vez viviendo en nuestros sucesores, una perennidad
inconmensurable…tal vez eterna”.

Y concluye el libro con una frase que debemos tener muy presente:
“Aquello que Es no puede dejar de ser”.

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